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065.- Romance de oro líquido

Mariola LoLeón

 

María Isabel llegó a su nuevo empleo en el laboratorio de Control de Calidad de una de aquellas empresas de aceite tan importantes de Jaén. Era Licenciada en Química y se había centrado en dicha área quizás influenciada por su padre, que era catador de aceite.

Mientras entraba en el laboratorio, empezó a recordar cuando su padre le decía al volver de una de sus catas de aceite, camino del coche:

“─Hija mía, es vital analizar las características organolépticas del aceite de oliva.

─ ¿Las que? ─preguntó María Isabel.

─El análisis por medio nuestros sentidos, el análisis sensorial. A la unión de la percepción del olfato y el gusto se le llama flavor. Prueba este aceite, notarás un sabor frutado a manzana y un leve amargor al final. Es Aceite de oliva Virgen Extra, el de mayor calidad”.

Ella lo comprendió al instante. Era una niña muy lista.

Caminaba absorta en sus pensamientos, hasta que cruzó la puerta del laboratorio de análisis de calidad. El Jefe de María Isabel se dirigió a ella sonriendo:

─Bienvenida, me llamo Jaime. Eres la única chica del equipo que será supervisora de nuestros analistas aquí ─dijo admirado mirando los profundos ojos negros almendrados de ella y su belleza de facciones finas y delicadas.

“─Y lo dice como algo extraño, que estamos en el siglo XXI. Ya era hora de que la supervisora fuese una mujer ─pensó María Isabel.”

─Gracias ─le contestó simplemente.

*

La jornada de trabajo invernal de Rodrigo había empezado en la pequeña finca cordobesa de sus padres, dónde se disponía a varear los olivos. Era bracero como su hermano mayor y aunque la cantidad de olivos que poseían no era demasiado alta, les permitía subsistir. Los padres de los dos muchachos fueron hacia ellos informando de una gran noticia.

─Este verano, tras tantos años, mi amigo Francisco y su familia vienen a visitarnos y permanecerán aquí unos días. Se trata de un catador de aceite muy importante.

*

El Jefe de María Isabel al mismo tiempo que le mostraba las instalaciones y le presentaba al equipo, le fue explicando

─Como sabrás, por esta zona el tipo de aceituna que predomina es la variedad llamada picual. De sabor afrutado aunque de un amargor algo intenso, su principal característica es su alto grado de estabilidad por su elevado contenido en polifenoles junto a su alta cantidad en ácido oleico, gran antioxidante natural. Aquí llevamos a cabo los estudios de análisis de calidad empezando por el índice de acidez. Me marcho a mi despacho, a trabajar.

Se despidió de ella guiñándole un ojo, algo que a María Isabel le pareció llamativo viniendo de su Jefe. Era rubio al igual que ella y bastante atractivo, pero intentó no pensar en él mientras supervisaba los análisis del grado de acidez, índice de Peróxido y de Iodo, necesarios también en la descripción de la calidad del aceite.

─He aquí el informe de los ácidos grasos libres utilizando una disolución etanólica de hidróxido potásico ─le mostró uno de los Químicos a su cargo.

─El índice de acidez es de 0,8. Está bien, inferior a uno, dentro de los parámetros adecuados ─le contestó ella.

Pasaron los meses, en los cuales Jaime se vio muy interesado en María Isabel y se lo hacía notar de forma sutil. Era Doctor en Química Orgánica y su Tesis de hace años había sido galardonada, hecho que le comentaba a su joven empleada de forma que se fijase en él. Pero ella le contestaba utilizando evasivas cuando se percataba de que sus conversaciones empezaban a desviarse del ámbito estrictamente profesional.

*

Por fin llegaron las vacaciones tan anheladas, porque el padre de María Isabel había pensado llevarla a pasar unos días a la casita de campo de su amigo de toda la vida. La naturaleza le encantaba, hacía un día soleado pero una leve brisa le acariciaba el rostro haciéndola sentir llena de paz.

Llegaron a una pequeña finca de olivos donde dos muchachos aproximadamente de su misma edad y sus padres salieron a recibirles.

─ ¡Francisco, cuánto tiempo! Qué alegría verte aquí.

─Gracias por invitarnos, amigo mío.

─ ¡María Isabel ya eres toda una mujercita! ─exclamó su anfitrión añadiendo ─la última vez que te vi eras tan solo una niña.

─Sí ha pasado mucho tiempo ─le contestó mientras miraba a los hijos de él, centrando su atención en el menor. Aquel apuesto y fuerte muchacho de cabello negro azabache, que estaba delante de ella, era su compañero de juegos de la infancia.

─Rodrigo, me alegra mucho volver a verte. Y volver a Córdoba, mi provincia natal ─dijo sonriendo.

Brillaba. O esa fue la sensación que tuvo Rodrigo al observarla tras tanto tiempo. Clavó la intensa mirada de sus hermosos ojos azules que bajó inmediatamente, ruborizándose ante ella.

─Lo mismo digo, María Isabel ─le contestó tímidamente al verla.

Las dos familias pasaron al interior de la casita y María Isabel y su padre se instalaron en las habitaciones que les habían sido asignadas. Había más espacio en el interior de lo que podía parecer a simple vista. No tardaron en almorzar todos juntos, charlando sobre los tiempos pasados.

─Necesitamos llevar a cabo una campaña promocional de forma que se compre el aceite de España, concretamente el de Andalucía. Todavía hay personas que compran aceite de países extranjeros, cuando nuestra zona se caracteriza por sus grandes extensiones de olivos de elevada calidad ─dijo Francisco.

─Hay que hacer que miren bien las etiquetas y que vean que es de aquí ─le contestó su amigo.

─El aceite de oliva Virgen Extra es fundamental en la Dieta Mediterránea, considerada una de las mejores del mundo ─agregó Francisco.

─Dicen que previene el cáncer ¿no? ─ inquirió el hijo mayor de su amigo.

─El aceite de oliva posee antioxidantes naturales que hacen que la oxidación celular de nuestro organismo se produzca más lentamente. Y como sus ácidos grasos son de origen vegetal, reduce las enfermedades cardiovasculares. Oh, he hablado algo técnica. No quería ser pedante, habría bastado un sí ─le contestó nerviosa María Isabel.

─No eres pedante, a mí me encanta escucharte ─dijo Rodrigo apenas en un susurro.

Ella le sonrió. Su padre se percató de las miradas que ambos se profesaban.

─Mi hija trabaja como Supervisora Química en el laboratorio de Control de Calidad del aceite de una importante Empresa de Jaén, estoy muy orgulloso de ella.

─Por esa zona utilizamos la variedad picual, pienso que aquí será la Hojiblanca. Y gracias ─le contestó ella mientras sus mejillas adquirían un leve tono rosado. Tras la comida, Rodrigo se ofreció a pasear junto a María Isabel por la pequeña finca de olivos. Ella aceptó y una vez solos, él le dijo:

─También estoy muy orgulloso de ti.

─ ¿Por qué? ─preguntó ella extrañada.

─Por tu trabajo de Supervisora a pesar de tu juventud. Es un gran logro, eres una persona importante.

─Qué casualidad, me siento igualmente orgullosa de ti y de tu trabajo igual de importante.

─ ¿De mí? ¿Importante? No lo soy.

─Naturalmente que sí. Durante la fase del confinamiento del Covid19 fueron las personas como tú, los agricultores, transportistas, reponedores y cajeras de supermercados los que abastecieron de alimentos a todos los que nos hallábamos a salvo en nuestras casas. Cierto es que los sanitarios son las personas más heroicas, porque han estado expuestas al Coronavirus y muchos han perdido la vida por salvar a los demás. Pero vosotros, también habéis sido y sois muy importantes.

─Gracias, pero no es mi caso. Cuando fue el confinamiento la época de la recogida de aceituna ya había pasado y no hubo riesgos.

─ ¿Cómo? Pero sí aún los hay, puede haber nuevos brotes de la enfermedad a los que se puede estar expuestos de no tomar las medidas necesarias.

─Pero solo lo estuvimos y lo estamos cuándo viajamos a dejar nuestro cargamento a esa gran empresa de Córdoba. Y somos precavidos incluso aquí, por lo que no soy importante ─le informó Rodrigo.

─Sí que estuviste expuesto. Hubo casos por el mes de enero que fueron diagnosticados como neumonía y hoy se sospecha que fueron casos de Covid19.

─No lo sabía. Solemos conducir y llevar nosotros mismo la carga de aceituna que recogemos y pasamos unos días en la ciudad en la casa de mi tío.

─ ¿Lo ves? Eres importante ─le dijo María Isabel admirada.

Rodrigo la observaba embelesado. Su inteligencia y su elocuencia al hablar, su belleza y la bondad que reflejaba su rostro angelical. Se había enamorado al instante y ahora, el saber que lo admiraba, le provocaba una emoción sin límites.

María Isabel se perdía en la mirada azul de Rodrigo cada vez que él la observaba. Era tan brillante y dulce que le aceleraba el corazón al mismo tiempo que le inundaba de paz. Su complexión fuerte, no sólo era por su trabajo físico. Necesitaba ser así de forma que pudiera albergar la gran bondad de su alma. Permanecieron ambos un tiempo en silencio hasta que ella le habló de nuevo

─La naturaleza me fascina, observar la quietud del cielo y aspirar suavemente el olor a aceituna que se desprende del olivar me inspira. De hecho, soy aficionada a la poesía y escribo por mi tiempo de ocio.

─Qué casualidad, a mí me encanta la poesía. Mis poetas favoritos son Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado. Podrías recitarme alguno de los poemas que tú escribes.

─Bueno, pero no tirarás cohetes precisamente. No soy profesional, solo me gusta:

De niña avanzaba por caminos y paisajes hermosos

por cada inspiración de aire sentía una vibración esplendorosa

la que me hacían sentir el olor de aquellos olivos majestuosos

por el elixir que de ellos brota de forma prodigiosa.

Oro líquido.

Solía correr nerviosa por el extenso campo

paraba y contemplaba sola el atardecer

ya relajada, como el sol en su infinito encanto

nos brindaba su luz haciendo surgir una y otra vez.

Oro líquido.

Hoy los años ya han pasado

se fue la niñez y llegó la juventud

y cuando me asalta alguna tensión que en mí se ha quedado

el mismo olor me trae de nuevo aquella quietud.

Oro líquido.

Su fragancia evoca los buenos recuerdos

su sabor deleita el paladar de nuestras papilas

y su interior sana ciertas dolencias del cuerpo

la más natural de nuestras medicinas.

Leal abundante fluido.

Oro líquido.

─Me ha encantado, María Isabel.

*

Pasaron unos hermosos días juntos y sus sentimientos fueron creciendo. La última noche de las vacaciones de María Isabel, se hallaban contemplando el firmamento. Una extensión de estrellas brillantes, imposible de observar en las ciudades.

─No te rías, pero te he un escrito un poema de amor.

─ ¿Por qué iba a reírme? ─preguntó ella sorprendida.

─Porque no estamos en el siglo XIX.

─El romanticismo no tiene época. Me encanta la poesía, Rodrigo.

─Allá va:

Me sentía inseguro en mi vida

la rutina me hacía palidecer

no hallaba de aquí una salida

por lo que me sentía desfallecer.

Pero llegó un verano una bella dama

radiante por su hermoso ser

su interior me hizo amarla

y su rostro provocó en mí el amanecer.

Hoy ya no me siento perdido

mi día a día es el mejor despertar

porque por fin avanzo erguido

aunque sin engreimiento en mi mirar.

Porque tu amor ha encendido mi fuerza

porque mi amor sé te ha hecho aún más brillar.

─Rodrigo eres todo un poeta ─le dijo llena de emoción mientras los labios de ambos se acercaban.

*

El sol despuntaba entre las nubes la mañana de la despedida de las dos familias.

─No me gustaría que esto fuese solo un romance veraniego y nada más. No importa lo que pase, mi corazón te va a amar toda la vida, María Isabel.

─No es un mero romance, amor mío. Lo nuestro es eterno.

Francisco los escuchó y dijo

─ ¿Sois novios en serio?

─Sí ─dijeron ambos simultáneamente.

─ ¿Y ese Doctor tan importante?

─Rodrigo es el más importante.

Francisco le miró y sonrió.

─Tienes razón, hija mía.

─Y no estés triste, que vivimos en la provincia de al lado ─rió ella al mirar el decaimiento en los ojos de su amado ─Confía en mí.

La mirada de Rodrigo centelleaba. Sí, confiaba en ella.

*

María Isabel volvió justo cuando un dato alarmante le aguardaba. Los casos de coronavirus no sólo no habían desaparecido, había nuevos brotes. Era vital tomar las precauciones necesarias de forma que no volviese a vivirse la angustia ya sufrida durante el aislamiento de la primavera. Porque algunas ciudades estaban siendo confinadas ya. Pensaba en lo difícil que sería estar tan cerca y al mismo tiempo tan lejos del verdadero amor de su vida. Aunque iba a visitarlo ahora, no podían sentir sus labios unidos. Algo tan simple pero tan sublime como un beso podía ser peligroso en él si ella era portadora asintomática del virus. Y de anunciarse el confinamiento ya no podrían verse físicamente. Los besos solo serían factibles mediante la pantalla de un móvil o de un ordenador. Los abrazos y el contacto de ambos solo podrían ser posibles en su mente. No vivir esos momentos de soledad, dependía del sentido común de todas las personas hasta que se desarrollase y distribuyera una vacuna. Pero sabía que su corazón desbordaría por él eterno amor.

*

Rodrigo también había visto las noticias y anhelaba el contacto ahora imposible de su amada. Solo podía imaginar el calor que le infundirían sus besos cuando toda aquella situación pasase. Y pasaría, porque la fuerza de la Humanidad es infinita igual que lo era y sería en el futuro su amor por María Isabel. Amor que les haría estar juntos por fin algún día, que el corazón de ambos les decía que estaba próximo.

 

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