068.- El apego
Era costumbre de Julián reunirse en el bar Los Olivares para charlar con sus amigos Evo y Lucho. Lo hacían una vez por mes, todos los viernes, luego de la cena. Esta práctica se había convertido en hábito, desde hacía más de diez años. Era la cita obligada en este lugar de Tinogasta, donde vivían. Esta hermosa ciudad, de la provincia de Catamarca, en Argentina, era para ellos su lugar en el mundo.
Los tres habían pasado los sesenta y cinco años de edad, se conocían desde hacía mucho tiempo, y en esta etapa de la vida estaban jubilados. Julián, viudo desde muy joven, era el único que vivía solo. Evo y Lucho estaban acompañados por sus respectivas mujeres. Ninguno había tenido hijos.
Ese apego al lugar donde habían nacido, y la valoración de los olivares, era el hilo conductor que los unía. Ese vínculo, casi obsesivo, giraba en torno a la idea de que lo mejor estaba allí, los hacía felices, les daba sentido a sus vidas.
Un espacio del café lo tenían reservado para esos encuentros. Era un sitio cómodo, alejado del movimiento de quienes transitaban por la ciudad. Habían elegido ese lugar por varios motivos, pero el fundamental era la calidad de la comida a base de oliva. A los tres les apasionaba comer aceitunas. Don Maio, el asistente del bar, les preparaba una abundante porción, y ni bien se ubicaban se las alcanzaba. No tenían necesidad de pedirla, allí estaba la bandeja con más de cinco variedades de aceitunas que ellos disfrutaban en estos encuentros.
A los tres los unía un afecto sincero. A lo largo de la vida habían permanecido conectados como verdaderos amigos. Una serie de valores necesarios en la formación como personas, había solidificado esa relación.
Ellos disfrutaban de ese paisaje tradicional del lugar, donde la cultura del olivo había aportado a esta región un gran valor paisajístico y medioambiental. La cultura estaba vinculada al cultivo de la aceituna y a todos sus derivados.
Los habitantes de Tinogasta gozaban recibiendo a los turistas porque, la mayoría, los visitaban atraídos por la comida a base de la oliva y el deseo de conocer las plantaciones.
Hoy es un día especial. Un hermano de Julián le ha hablado de un periodista residente en La Rioja. Se trata de un español radicado en Argentina, don Alberto García López, visitante de la ciudad, quien está interesado en mantener una entrevista con él para informarse de los olivares catamarqueños.
Julián ha leído que La Rioja es una de las principales provincias argentinas productoras de aceitunas en el país. Sabe que lidera el ranking de exportación tanto de este producto como el de aceite de oliva.
Ellos han acordado telefónicamente para encontrarse en el bar Los Olivares. A poco de acomodarse, llega Alberto. Luego de los saludos inicia la charla Julián.
J: Nos sentimos orgullosos de que a un periodista riojano, como vos Alberto, le interese conocer Catamarca y especialmente Tinogasta, nuestro lugar.
A: Sí, Julián. Soy estudioso del tema. Cuando leí que la producción olivícola en la provincia de Catamarca era muy reciente, me interesó esta historia.
J: Sí, la edad de las plantaciones promedia los diez años, y la provincia es la principal productora de aceite de oliva del país. La producción se localiza dónde estamos, que es una zona de altura.
El placer de saborear las aceitunas lo matizaban bebiendo un vino Mosela, bebida que acostumbraba tomar Julián con sus amigos, y que Alberto paladeaba gustoso. Él casi olvidado de su rol de periodista, retoma la charla diciendo:
A: Voy a salir rodando, ¡he comido más de veinte aceitunas!
J: No, las aceitunas no engordan. Tienen alto contenido en grasas, pero las buenas son necesarias para la salud.
A: ¿Cuándo cosechan la aceituna de mesa?
J: A finales de abril, y ahora está en pleno desarrollo la recolección de aceituna para aceite.
A: Me enteré de que el aceite de oliva extra virgen producido en la finca La Bonita, de Plantaciones Catamarca S.A., fue distinguido en un concurso internacional realizado en Italia.
J: Sí. En mérito a su calidad obtuvo el “L´Orciolo D´Oro”, en el 2º Concurso Internacional de Aceite de Oliva, realizado en la ciudad de Pesaro, del que participaron productos provenientes de diferentes países con mucha más tradición en la producción que Catamarca.
Julián veía el interés puesto por Alberto en su charla, pero él también estaba interesado en lo que pasaba en España, entonces preguntó:
J: ¿Y qué pasa en España?
A: Es el principal productor mundial de aceite de oliva. Las superficies abarcan millones de hectáreas en plantaciones de olivar, que convierten a este milenario cultivo en uno de los más importantes sectores de la agricultura española.
Julián no podía contener su entusiasmo. Él deseaba hablar de su ciudad, lo enorgullecía hacerlo, y daba rienda suelta a su verborragia. La conversación siguió por largo rato.
Luego del pedido del menú siguieron dialogando. Julián le comentó de la costumbre de reunirse con dos amigos, y anticipó que en un rato llegarían. Alberto seguía interesado y nuevamente pregunta:
A: ¿Conoce La Bonita, el complejo destinado a los olivos?
J: Sí, he estado. Tiene 20.000 hectáreas, con sectores destinados a los olivos, al vivero y a la planta industrial. La producción del vivero fue de 100.000 plantas el año anterior.
Sin quererlo interrumpir, Alberto hace un movimiento diciendo:
A: Cuénteme algo más…
Sonriendo Julián comienza diciendo:
J: Voy a tratar de ser sintético…El establecimiento La Bonita está próximo al paso de la cordillera de San Francisco, que comunica con Chile, y permite la salida al Océano Pacífico. La finca está ubicada en la localidad de Santa Rosa, a ocho km de la plaza principal, al norte de la ciudad. Está a mil trescientos metros sobre el nivel del mar. El campo de La Bonita se encuentra sobre la Ruta Nacional sesenta, la que atraviesa la propiedad de Norte a Sur, por lo que dispone de tres Km de frente sobre ambos costados de la ruta.
Julián estaba eufórico hablando de “su” Tinogasta. Por momentos parecía que le faltaba el aire, pero no paraba de hablar. Seguidamente le explicó sobre otras zonas aptas de la provincia de Catamarca para desarrollar proyectos olivícolas. Le agregó algo sobre las condiciones agroecológicas necesarias para un buen desarrollo de las plantaciones. Finalmente habló de la importancia que les daban los catamarqueños a sus olivares, ocupándose de que los aceites de oliva llegaran a tener una calidad superior.
Alberto había prestado mucha atención al relato de Julián. Se lo notaba muy entusiasmado por el frenesí desplegado por él. Había tomado nota de sus explicaciones.
Ya llevaban un largo rato conversando. Finalmente Alberto se despidió con el compromiso de volver a reunirse.
Por un rato Julián quedó solo. Pasado un tiempo, llegaron Evo y Lucho. Estaban ansiosos por saber al dedillo lo que había sucedido.
Ellos conocían a ese Julián quien amaba entrañablemente a este lugar donde vivían. Ese apego a Tinogasta donde habían nacido y vivido los unía a los tres. Para ellos hablar de Catamarca y sus Olivares era moneda corriente. El amor al terruño había nacido con ellos y crecido con el tiempo. Casi sin darse cuenta, era parte de su propia esencia e identidad. Los primeros habitantes, abuelos y bisabuelos, habían sembrado esa semilla. Ellos siempre se ocuparon en conocer su historia, sus orígenes. Los tres se implicaron en hacer conocer la verdadera identidad de esta tierra, preñada de la cultura de la oliva, y lograron que los hechos no se perdieran en un anonimato.
Julián estaba muy excitado. Ambos lo miraron y notaron que algo le pasaba, hasta que comenzó a hablar.
— Me di cuenta de lo valioso que somos para los demás. Este periodista riojano nos vino a conocer porque tiene interés en que Catamarca participe en la organización de los festejos de la Ruta de la Oliva. Ellos en La Rioja son importantes productores y tienen más de 27.000 hectáreas de olivos, lo que representa un tercio de la superficie total implantada en el país. Los riojanos valorizan el óleo turismo porque es una muy buena alternativa económica.
Julián hablaba sin detenerse:
— Él seguirá conectado con nosotros. Mañana se reunirá con las autoridades para fortalecer la importancia de preservar los paisajes del olivar, promoviendo el desarrollo rural y regional.
Evo y Lucho intentaban hablar, pero no podían. La exaltación de Julián era contagiosa. La energía de sus palabras salía de su corazón.
La oscuridad de la noche no opacaba el encuentro. Maio había traído una nueva bandeja, que continuaban degustando. El aroma de los platos con oliva los invitaba a saborearlos, mientras la conversación continuaba. Julián retoma diciendo:
— Esta reunión me motivó para la acción. Quiero participar en este plan. Me gustaría que me acompañaran.
Sentían el valor que tenía trabajar para participar en ese importante proyecto de la Ruta de la Oliva, y al unísono Evo y Lucho aceptaron.
Para los tres había sido un día diferente. Julián y sus amigos lograron reforzar la idea de que el amor a Tinogasta tenía mucha importancia en la vida de cada uno. Ese apego profundo al lugar era un sentimiento significativo que los unía, los mantenía vivos y les reforzaba las ganas de concretar sueños, manteniendo el alma en movimiento.