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001.- Stock

Felipe Andrés Vergara Unda

 

Y entré una mañana al supermercado, donde creía encontrar lo que tanto buscaba. Aquello que con anhelo deseaba, infaltable en la mesa y el principal ingrediente de todo cocinero, tan prolijo y detallista como yo, que debía estar ahí, en alguno de los más recónditos pasillos que en ese lugar se mostraban al público.

Y justamente fue así, pasillo 6B, todo un estante con repisas dispuestas, una sobre la otra, mostrando gran variedad de productos, de todo tipo y todas las marcas posible.

Los había de maravilla, pepita de uva, animal o de oliva. Yo, por mi parte, sólo prefería el de oliva, que por cierto no dejaba de ser costoso, pero sí que brandaba un grato sabor a las comidas.

Tras contemplar todo tipo de envases, etiquetas y volúmenes, opté sólo por llevarme una botella de medio litro de este aceite. Ya pensaba, era de oliva 100 % virgen. Y para qué más cantidad, si con 500 centílitros era más que suficiente.

Llegué a casa y lo guardé en un estante, alejado de la luz solar y en un lugar limpio y seco. Ahí creía yo, jamás perdería su calidad vegetal ni tampoco vencería, no antes de la fecha indicada en el envase.

Cada vez que comía algo delicioso, tanto a la hora de almuerzo como a la cena, pensaba en las tantas botellas de este producto que yacían dispuestas una al lado de la otra, en las repisas que los estantes del gran supermercado esperaban por mí. Si era tan sólo ver una gran variedad de productos en un solo pasillo, y de diferentes precios y cantidad.

Las ensaladas, sabían aún mejor si lo usaba. A veces creo, paso a echarle más cantidad de la cuenta a un pote con lechuga lavada y cuartos de tomate picado. Pues bien, hay que equilibrar el sabor con más cantidad de sal y jugo de limón a gusto, para sí servirse una comida, tan apetitosa como siempre suele ser.

Cierto día coloqué la botella de aceite de oliva en la mesa, apoyada sobre un pequeño plato de loza sobre un mantel blanco. Era nuevo, tejido de hilos finos y sin diseños. Cubría por completo una mesa de madera barnizada, la que se veía bien adornando en el comedor de la casa. Por descuido pasé a botar la botella, derramando gran parte del aceite que contenía dentro. El mantel, nuevo y recién puesto, ya había perdido su tonalidad blanca nieve que recientemente había inaugurado en la mesa.

Exaltado de ira y asombro a la vez, me percaté del incidente segundos después de que hubiera una gran mancha sobre el mantel, la cual pensaba, sería imposible de limpiar y quitar en forma definitiva de este adorno. Y yo que quería tanto esa pieza de hilo, y tanto dinero que había gastado en una botella de aceite de oliva 100 % vegetal, la que ahora y en sólo dos días, había perdido tres cuartas partes de su capacidad.

Tuve que llevar el mantel a la tintorería, donde me dijeron que en tres a cuatro días lo tendrían listo. Harían todo lo posible por dejarlo limpio e impecable. Confiaba en ellos, ya que no me quedaba nada más por hacer.

Y aprovechando el viaje, pasé nuevamente al supermercado, donde volví a maravillarme con la gran variedad en el stock de aceites que tenían en los estantes del pasillo 6B. Era todo un encanto, lleno de botellas de toda clase de marcas, etiquetas y lugares de procedencia.

Esta vez, quise probar suerte comprando otra botella de aceite de oliva, pero de una marca diferente a la anterior. Lo reconozco, pagué menos que la otra vez, pero ahora me llevé, doscientos ml más que la vez pasada. La botella, esta vez tendría 700 cc, y eso que también era aceite de oliva.

Llegué a casa a comprobar el sabor inigualable de un producto tan apetecido como éste. Imaginé que sería una buena idea probarlo en una rica ensalada de tomates, con cilantro y sal. Apenas cogí un trozo de este fruto rojo, me percaté de una notable diferencia entre lo que antes había sido el primer encuentro con este aceite, y el actual. No había nada que discutir. Es a razón de precios, ahora el aceite no era tan refinado como el primero que compré.

Nada importaba si tenía el mismo producto. Pensaba que había gastado en algo que no merecía, pero servía para todo tipo de cocinas y ensaladas.

No quise freír huevos con él. Tampoco quise saltear papas ni dorar carnes. Pensaba que se quemaba con facilidad, ardía muy rápido, mientras que las comidas, no tenían buen sabor.

De hambre, nunca me quejo. Este inigualable producto, me acompañaba siempre en la cocina. Es un fiel amigo del que nunca puedo prescindir. Debo decirlo, casi todas mis recetas saladas, son sazonadas con él. Es más, mis ensaladas, ceviches y entradas, son condimentadas con sal y aceite de oliva.

Cada día me pregunto, cómo será ver crecer una aceituna en un olivo en pleno campo. Y es que por ahora, estamos en invierno y no tengo la oportunidad de hacerlo. Pero cuando ya lleguemos a primavera, vendrá la época de las flores y luego, la maduración de los frutos. Ese olivo, cuyas ramas alto crecen y se vuelve cargado de aceitunas verdes, que con el tiempo se vuelven negras, más tarde se cosechan y un rico aceite nos brindan. Debe ser exquisito comerse una aceituna, recién cortada de una de las ramas de ese árbol. Lástima, pero nunca se sabe si son realmente maduras o aún están verdes.

Quizás, sólo será que debo conformarme con el aceite. O también, comprar aceitunas en los supermercados. Ahí también las venden, por kilo, pero en un lugar diferente al pasillo en el que se exhiben los aceites de oliva al público. Tal vez mañana sea la oportunidad de ir a comprar lo que necesito, porque ahora no es tan urgente esa necesidad.

Y las horas pasaron, al igual que los días. Ya van más de tres, cuatro creo yo. Cogí el recibo de la tintorería con mis manos, y volví a ir en búsqueda de mi mantel. Espero que esta vez esté limpio, o al menos que la mancha de aceite de oliva no se note en lo absoluto. Ese color verde musgo y ese aspecto viscoso, pero sabroso hacen de éste, un fluido difícil de poder quitar cuando es derramado sobre telas de hilo, como mi nuevo mantel, recientemente usado a la hora de cenar.

Resulta que en la tintorería me lo entregaron, y tras volver a casa, aun habiendo pagado el valor por el lavado, estiré el mantel sobre la mesa y la mancha permanecía ahí, como si hubiera tratado de ser quitada por la fuerza, pero que no ha desaparecido del todo. Yo, no estaba enojado ni enfurecido, pero sí molesto. No sabía qué hacer con ese mantel. Me llega a doler el alma el saber que una bonita tela, recién puesta en la mesa, ahora ya no podrá volver a usarse debido a un leve, pero gran descuido de su dueño. En fin, la culpa fue mía, y eso que fue sólo un accidente.

Volviendo al tema de los aceites, en especial a los de oliva, apenas han pasado cuatro días desde que compré la última botella de este producto. Fueron 700 ml, de puro aceite de oliva 100 % vegetal, pero que me costó una enormidad. Yo, a estas alturas, ya no creo valga la pena reclamar en vano por algo que ya pasó, y ahora sí quiero a mi amigo de verdad. Alguien que me acompaña cada vez que cocino, alguien a quien elegí de entre un stock de miles, de una variedad de muchos, pero que ahora está en mi cocina y suelo usar a diario vivir.

Un chorro y basta. Unas gotas, ya sobran. Un sabor inigualable, a aceituna fresca, y de un aroma inigualable, pero que temo se pierda si no se usa por largo tiempo. En fin, suelo ahorrar los pesos para comprar otro de éstos y ojalá tratando de gastar lo mínimo posible. Suelo reclamar que es caro, pero de gran calidad en la mesa. Infaltable por naturaleza, ahora brilla de entre todos mis aliños y condimentos.

Cada vez que tomo un cuchillo, lo recuerdo como si lo fuera a utilizar en ese momento. Es un ingrediente irreemplazable, y que creo, sólo otras marcas pueden reemplazar.

Los meses pasan y el aceite de oliva se va agotando de a poco. Cada día, los mililitros bajan y la botella se va notando más vacía. No me gustan los envases de vidrio. Suelen ser muy pesados y poco resistentes al calor.

También los hay de plástico, como el que suelo comprar yo.
Bueno, ésta ya será la tercera vez que uso este producto, al que considero una maravilla. Espero que dentro del stock, nuevamente haya botellas de esta marca. No creo que se hayan agotado así como así. Tampoco creo que hayan renovado el envase, o que la calidad del aceite vaya de bien a mal. Un aceite de oliva al que espero encontrar, y que creo, en el supermercado hoy, sí o sí voy a comprar.

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