148.- Remedio natural
“Aprender a no ser soberbio”
Codicia, avaricia y negligencia
crecieron dentro de ti al faltarte la modestia
Reniegas y reniegas,
ese pan que llevas a tu boca no es de tu agrado,
con orgulloso sermón reclamas lo que crees
–sin haber hecho nada–
has ganado
Imagina el despertar y no haber nada para servir en tu plato…
¡agradece mejor el poder disfrutarlo!;
Amistades se alejan;
ese cambio en ti, en tu caminar, suelo limpio difícilmente encontrarás,
es demasiado, no se puede aguantar tanto maltrato,
falta de respeto por quien crees que un favor al hablarle les haces.
Miles querrán las sobras que dejarás,
y que hoy por tu ignorancia acompañada de tu soberbia, no degustarás,
no saborearás.
Voces dentro de tu alma ojalá y te hagan entender:
si alguna vez tus comidas en tu mesa no puedes gozar,
si alguna vez el hambre llegara sin invitación,
seguro será que la vista se nublará,
y el andar cojeará.
Nada de lo que pretendas emprender, bien te saldrá…
¿Podrás tus actos cambiar?…
Finge entender; lo que siente el niño de la calle,
o el hijo del campesino que una comida cálida acompañada de su familia unida jamás como tú, ellos tendrán…
Si eso no te hace recapacitar, si esas vidas nada dentro de ti te hacen sentir,
Nunca vas a entender:
Lo mal que actúas al sólo protestar por no tener tus frívolos gustos llenos sin importar a quien tengas que insultar,
¡No mereces todo lo que hoy gozas solamente con la mano estirar!
Tu padre es quien trabajó, él es quien puede gritar, más si lo ves, a nadie daña con su hablar.
¿Ya trabajaste para no tener el estómago vacío hoy?
Porque te levantaste de tu lecho, para ir a la cocina directo…
Puedes comer –protestando– sin pensar que existen niños que en forzado ayuno por muchos días estarán…
¿No crees que ellos también merecen ser vistos por quien tiene más?…
¡por el ser supremo que arriba del cielo está!
Problema tuyo no es;
no tienes la culpa de haber nacido sin ninguna necesidad para tu ser,
pero al menos deberías entender, –¡ponerte un momento a recapacitar!–
no ir por la vida sin querer mirar que muchos sin tener culpa también:
un pan en su mesa hoy no tendrán.
—¡Qué hambre tengo!, esas juntas cómo las hacen largas, y ¿para qué?, no se llega a ninguna conclusión, y al final se hace lo que el patrón decide, ¿Acaso no saben los jefes que hay que cenar? Son las once y media de la noche, ¿dónde voy a encontrar un lugar decente para algo de comer?
—Voy a manejar despacio para ir buscando una taquería, mmmmmm… ya vi ese puesto de taquitos; pues, aunque sea eso, el hambre es canija.
—Joven, ¿cuánto le voy a quedar a deber?
—Nada porque me va a pagar.
(Risas de los dos)
—¿Cuántos fueron “Don”?
—Bueno… primero fueron dos…luego otros dos…a ver…híjole, fueron ocho y un consomé, más el refresco; ¡la traía atrasada!
—Sí, se notó; así debe venir siempre, con ganas, estamos a sus órdenes las 24 horas del día.
—Creo que sí me verá seguido por aquí, están muy buenos sus tacos y el caldito. Que le vaya bien.
—Igual, cuídese.
Ya en el coche este amigo tuvo que desabrocharse los dos primeros botones del pantalón; y de plano no se abrochó el cinturón de seguridad.
—Cené mucho, bueno en lo que llego a casa espero se me haya bajado, tengo mucho sueño; el día fue muy pesado.
Y al llegar al hogar, no quiso hacer otra cosa que no fuera irse a acostar; el sueño se volvió más pesado. Se desvistió, pasó al baño –ni los dientes se lavó— pijama para otra ocasión, y a roncar.
Dos horas de dormir placenteramente cuando de repente, todavía adormilado, bruscamente se sentó en la cama sintiendo un ardor en el pecho, y sin poder respirar; se levantó y seguía con la angustia de la asfixia, pasaron unos segundos –que para él fueron horas— y poco a poco la calma regresó.
Se fue directo a la cocina y dos vasos de leche se tomó, queriendo sentirse refrescado por dentro.
—Algo tengo que hacer, no es la primera vez que me da el reflujo. De seguro fueron esos tacos que comí hace rato; si, ya sé que no debo comer pesado, no entiendo; bueno, es que el hambre y el antojo fueron más fuertes.
—Se ve que no dormiste bien amigo, traes unas “ojerotas”.
—Pasaron varias cosas ayer, primero: no pude salir a comer por los clientes que se amontonaron, todos llegan a la misma hora; de repente el negocio está vacío, y sin más, cuando cuenta te das ya se llenó de gente; segundo: hubo junta y ya sabes, se alargan y alargan y no llegamos a nada; y tercero: como salí tarde y obviamente con mucha hambre, pues comí lo primero que encontré, y fueron unos ricos tacos, ¡me “eché” ocho!, claro con su respectivo consomé y refresco.
—¡Qué bárbaro!, tantos tacos ¿y en la noche?, pues claro que te iban a caer pesados, si ya no somos unos jovencitos, antes me acuerdo que yo también era de “buen diente”; pero ahora no amigo, ya me cuido más; como sé que eres un tragón te voy a dar un consejo.
—Dime.
—Cuando cenes demasiado hay un remedio milagroso que no te hará que te dé reflujo, es garantía, eh…
—No me la hagas de emoción, ya dime cuál es ese remedio.
—¿Sabes que nuestro estómago es como un motor donde todo el alimento que llega ahí, éste lo empieza a diluir con los jugos gástricos para que se pueda empezar a absorber?
—Claro, no me consideres tan analfabeto.
—No, no es eso, solamente te estoy poniendo un ejemplo claro para que te convenzas de lo que te voy a recomendar; todos los nutrientes parten de ahí y se llevan a la sangre, posteriormente a todos nuestros órganos. Bueno, si nuestro estómago es como un motor, y lo que les ponen a los motores es aceite para que trabajen mejor…
—No me vas a decir que tengo que tomar aceite, para que no me suceda de nuevo lo de que se me suba la comida cuando este dormido…
—Sí, y no; sí va a ser aceite, pero no el que le echas a tu carro, “menso”, lo que vas a hacer cuando cenes abundante es qué al último, en el momento que ya hayas quedado satisfecho, vas a ir a la cocina, y en una cuchara sopera le vas a poner “aceite de oliva”, debe ser “extra virgen”, con unas gotitas de limón, tómate unas dos cucharadas, pero antes de tragarte el aceite con el limón, tenlo un ratito en la boca, no te lo pases luego y vas a ver cómo duermes como un bebé.
—A poco…
—No me creas, haz la prueba; yo sé que tarde o temprano vas a volver a salir casi de madrugada y vas a caer de nuevo con esos taquitos, y como va a ser ya muy noche, y como eres bien “tragón”, después de que te “llenes” te va a llegar el remordimiento; llegarás a casa y lo primero que vas a buscar va a ser leche, no digo que este mal o bien, tampoco sé si te servirá, pero de lo que sí estoy completamente seguro es de que el remedio natural que te acabo de dar conmigo funcionó, y ahora no tengo miedo de “atragantarme” de comida sabiendo que la solución está en la cocina de mi hogar; siempre, siempre tengo en la alacena aceite de oliva extra virgen para esos casos; lo mejor de todo es que no tengo que tomar tantos químicos que te arreglan una cosa y te desarreglan otras.
—Puede ser que sirva, espero no salir tarde otra vez y con mucha hambre, pero una de dos: o me mido, o sí voy a seguir tu consejo; de verdad que se siente muy feo, sientes que no puedes respirar, y el ardor en el pecho es muy doloroso.
—Así es, y deja del dolor, son los mismos ácidos estomacales los que te pueden provocar hasta una hernia hiatal, y si sucede esto, derechito al hospital, la única solución es una intervención quirúrgica; así que tú decides.
—¡No!, ni me digas, ya ves lo que le paso a Luis, solamente iba por una “sacada” de muela, y como era hemofílico, pues se desangró hasta morir.
—Qué vida tan rara ¿no?, hay quienes sobreviven a operaciones de corazón abierto, y se salvan, ahí siguen “dando lata”, y quienes van al dentista por una simple curación y ¡pácatelas!, ahí quedan, ya no lo cuentan.
—A veces hasta los mismos medicamentos son contraproducentes; que si eres alérgico a esto o a lo otro, que si no le avisas al médico –como lo que pasó con Luis— de algún padecimiento y por ese simple error de no avisar, hasta la vida te cuesta.
—Y muchas veces tienes al alcance lo que, quizás no curar, pero sí un medio de prevención en tu cocina…
—Sí, como el aceite de oliva que muy probablemente…
—¡No!, seguro.
—Bueno sí, seguramente me va a dejar dormir tranquilo cuando cene mucho.
—Y eso no es todo; si lo tomas en las mañanas, en ayunas, igual con limón, te va a ayudar hasta para el buen funcionamiento del hígado; y “ojo” eh, no es medicina, pero sí un muy buen tratamiento para prevenir algún desagradable síntoma como el que te pasó por pasarte de “taquitos”.
—Así es, buen consejo amigo.