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195.- El árbol de olivos

Iván Noiret

 

A las afueras del pueblo de San Lucía, había un denso bosque, el cual, por las noches causaba mucho temor a los habitantes. Contaba la leyenda, que en lo más profundo, había un árbol de olivos, pero no cualquier árbol, sino un árbol alto, más alto que cualquiera a su alrededor, de una corteza áspera, con ramas que casi tocaban al cielo.

Ese árbol había sido testigo de un amor y una traición. Dos jóvenes se habían enamorado y una vez al mes se reunían ahí mismo.

Su amor era prohibido y no tenía futuro alguno. Ella era una diosa, y él un simple mortal. La joven era la diosa de la Luna, Selene era su nombre y él era un príncipe, un príncipe gitano. Desde la primera vez que se vieron, quedaron enamorados el uno del otro.

Selene bajó una noche, caminó entre los árboles, hasta llegar al pueblo, donde los gitanos celebraban el festival de equinoccio de invierno. Por años, ella veía este festival desde su ventana, en lo alto del cielo y siempre quiso disfrutarlo como lo hacían los mortales. Pero su padre, el dios Sol, no se lo permitía, hasta que una noche, a escondidas escapó.

Mientras recorría las calles del pueblo, veía cómo los niños jugaban y reían. Algunos se sentaban a escuchar las historias de antaño, las cuales era contada por los ancianos del pueblo.

En la plaza central, frente a la iglesia, las mercaderas vendían sus productos. La región era famosa por su cultivo de olivas, sus aceites de esta fruta y su plata. Exportaban a todas partes de la región. Su aceite tenía la propiedad de curar desde un corazón roto, hasta la más fuerte de las enfermedades. Y su fruto poseía un sabor único.

Mientras recorría el pueblo, Selene se topó con un joven apuesto, de nombre Nory, él, al verla no pudo más ver a otra mujer, su belleza era única, y no había mujer en todo el mundo que pudiera igualar su belleza.

Pasaron toda la noche juntos, hasta que ya casi llegado el amanecer, tuvo que irse, no sin antes prometerle que volvería todos los últimos días de cada mes.

Al inicio el príncipe ignoraba que su joven amada era una diosa. Hasta que le propuso matrimonio y ella no tuvo más remedio que contarle la verdad. Al principio, Nory se asustó, pero su amor creció más. Y sin importarle que su amor fuese prohibido, le propuso matrimonio a Selene. Y ésta aceptó.

Desde pequeños, los padres de Nory habían arreglado su matrimonio con una joven gitana del pueblo vecino, pero debido a su amor, rompió el compromiso. La joven, despecha y con el corazón roto, acudió ante una bruja, la cual le reveló el verdadero amor de su prometido.

Furiosa, acudió hasta lo alto de la montaña e invocó al dios Sol, quien, al escuchar las suplicas de Marlene, bajó. Marlene le contó todo lo que la bruja le había revelado. El dios sol, enfurecido, buscó por todos lados a su hija, pero no la encontró.

Uno de sus sirvientes llegó hasta él y le dijo que su hija vivía en una cabaña en lo profundo del bosque. Así que rápidamente se dirigió hasta esa pequeña cabaña. Al llegar, los soldados del dios, tomaron preso a Nory y mientras Selene suplicaba a su padre que no lo lastimara, este hizo caso omiso, y convirtió al príncipe gitano en un árbol de olivo y a su hija la condenó a jamás a volver amar. Desde entonces, el pueblo cayó en desgracia y los gitanos huyeron.

Marlene, al enterarse de lo ocurrido, se sintió culpable y acudió hasta la cabaña. Lo único que encontró fue al árbol de olivo y entre los escombros de la cabaña, un bebé envuelto en sabanas. Lo tomó entre sus brazos y huyó de ahí de inmediato.

Ese bebé era el fruto del amor prohibido entre Selene y Nory. El dios sol ignoraba su existencia y Selene pensaba que su padre lo había matado.

Desde entonces, Selene baja una vez al mes hasta lo profundo del boque, donde su amado yace. Y donde piensa que su hijo murió. Llora desconsoladamente toda la noche, hasta el amanecer. Luego parte y vuelve a los cielos, pero por su dolor, no ve más a los humanos.

Marlene crio al bebé como si fuese su hijo, lo amo y cuidó.

El bebé creció y se convirtió en un joven muy apuesto, igual a su padre, pero su piel era blanca como la leche y sus ojos eran del color de las olivas.

Desde pequeño, Amir amaba la noche, se salía todas las noches a ver las estrellas y cuando salía la luna, se quedaba contemplándola desde su ventana, hasta que el sol salía. Era diferente y siempre lo supo, tenía una fuerza sin igual, era capaz de domar a un león con sus manos y las criaturas de la noche obedecían sus órdenes.

Una noche, mientras Selene caminaba por el bosque, una bruja la capturó. Y se la llevó a su castillo, con el propósito de usarla para destruir al dios Sol y así gobernar sobre todo. Casiopea, una de las sirvientas de la luna, corrió de inmediato hasta la casa de Marlene. Casiopea, era la única que sabía que el bebé estaba con vida. Puesto que ella estaba oculta en las sombras cuidando al bebé, hasta que Marlene llegó.

Cuando ambas mujeres le contaron todo a Amir, este quedó sorprendido. No sabía qué hacer. Trató de huir, pero su madre lo detuvo. Y le dijo:

– No soy tu verdadera madre, pero te crie y amé como una. Por mi culpa tus padres se separaron y por ello, traté de reparar ese error teniéndote conmigo, esperando el día en el que puedas volver a ellos y ocupar el sitio que te corresponde.

Amir la vio a los ojos y exclamó:

– No soy un guerrero, no puedo emprender una cruzada, para rescatar a una mujer que jamás he visto y que hoy dices que es mi madre.

– Ve hijo mío, no tengas miedo y devuélvele la gloria a este pueblo. Rescata a tu madre y sálvala del mal. Un mal que yo provoqué.

Amir emprendió un viaje hasta los dominios de la bruja. Estaba asustado, no sabía qué hacer. Jamás hubiera imaginado que tendría que luchar contra una fuerza maligna capaz de destruir al mundo.

Ignoraba los alcances de aquella bruja y desconocía que con su magia, ella lo observaba. Entonces la bruja envió a tres de sus mejores jinetes a confrontarlo. Salieron del castillo de la bruja, hasta que llegaron frente a él, eran tres espectros, cubiertos con una túnica negra de pies a cabeza. Bajaron de los caballos y desenvainaron sus espadas. Asustado, tomo una rama de olivo que encontró cerca de ahí, y con su poder, un poder que afloró en esa temible situación, la convirtió en una espada. Combatió con los tres. Por sus venas corría la sangre de los guerreros gitanos, famosos por ser expertos en el combate. Con mucho esfuerzo logró destruir a los espectros y siguió su camino.

La bruja, enfurecida, veía desde su castillo cómo el joven se abría paso por los obstáculos que ella le enviaba. Así que ideó un plan.

Después de unas semanas, Amir llegó hasta las puertas del castillo. Entró y buscó por todos lados a su madre y a la bruja. Buscó por los pasillos y los cuartos de aquel lúgubre castillo. Hasta que las encontró en un salón, rodeado de espejos. Ella se encontraba sentada en un trono de oro y a la par se hallaba Selena, amarrada y arrodillada. Al verlo, se emocionó y lloró de felicidad al ver que su hijo aún vivía y que con él, una parte de su amado Nory.

Amir se abalanzo sobre la bruja. Pero esta con avidez lucho contra él, usaba sus poderes, pero ningún hechizo podía lastimarlo. Él era hijo de una diosa, y su abuelo era el dios supremo de todos, así que en su sangre también corría la divinidad de los dioses. Cuando la bruja estaba a punto de ser vencida, un resplandor se apoderó del salón y los espejos se quebraron de tanta fuerza.

Ante ellos apareció el dios Sol, un hombre con una prominente barba blanca.

– ¿A qué me has llamado? – exclamó con ira.

La bruja se levantó del suelo y señaló a Amir:

– Ese joven que ves ahí, es tu nieto, hijo del amor prohibido entre tu hija y un humano. ¿Recuerdas la profecía? – Preguntó.

El sol se llenó de ira.

– Un hijo de sangre real y divina se alzará en tu contra y te destruirá.

El Sol, enfurecido, sacó su espada y atacó a Amir, la bruja sonrió y escapo, mientras Amir y el dios Sol peleaban.

La fuerza del dios era inmensa, casi logró doblegar al joven, pero con mucha fuerza y poder combatió sin dudarlo. Selene aún prisionera, trataba de mil formas detener la pelea. No quería ver cómo su padre mataba a su hijo frente a ella, ni cómo su hijo mataba a su padre. Fue entonces que Casiopea apareció con Marlene y ambas pudieron soltar a Selene.

Amir era fuerte, aún más que el Sol:

– Tú trataste de matarme, separaste a mis padres, no mereces ser adorado como dios, un dios es bueno y compasivo. Tú eres malvado y tú corazón está lleno de odio. – Amir tomó su espada y la empuño para dar el golpe final a dios, el cual se hallaba tendido en el suelo. Cuando estuvo a punto de herirlo, Marlene se atravesó entre ellos. Y entre lágrimas dijo:

– No puedes matarlo, no lo permitiré y si con mi muerte debo impedirlo, así lo haré. La profecía es falsa. La bruja la inventó para destruirlos a todos ustedes.

El dios sol preguntó:

– ¿Cómo lo sabes? –

Ella lo miró y le dijo:

– Su intención es derrocarlo mi señor.

De pronto Marlene tosió y gotas de sangre salieron de su boca. Para detener la batalla, Marlene se había interpuesto entre ambos en el preciso momento que Amir lanzaba su estocada, hiriéndola de gravedad.

Al verla, Amir la tomó entre sus brazos y entre llantos dijo:

– No te vayas madre.

Ella sonrió y le respondió:

– Ella es tu verdadera madre. – Señaló hasta donde se encontraba Selene. –Ámala de la misma manera que me amas a mí, perdona a tu abuelo, el cual fue cegado por el temor, y destruye a la bruja. – Al terminar de decir esto murió. Amir lloró desconsoladamente.

Días después, a los pies del árbol de aceitunas, enterraron a Marlene. Amir lloraba, mientras Selene lo consolaba. Al terminar el funeral. El dios Sol se acercó a él y antes que pudiera decir algo:

– Nunca te perdonaré, por la memoria de mi madre y respetando su última voluntad, no te destruiré, pero no mereces ser un dios. He reunido un ejército y juntos destruiremos a la bruja. Sin tu ayuda. – Se dio la vuelta y se fue lejos de él.

A la mañana siguiente, Amir, seguido de un gran ejército de quince mil hombres, todos guerreros gitanos, partieron hacia el bosque negro, donde la bruja había huido.

Tardaron pocos días en llegar hasta allá, al llegar se sorprendieron de ver a miles de espectros esperándolos, comandados por la bruja. Había todo tipo de demonios dispuestos a luchar para defender a su ama.

–¡No tengan miedo! – exclamó Amir. – Venceremos y restauraremos la gloria de nuestro pueblo.

Ambos ejércitos se enfrentaron duramente, pero el poder de los espectros era superior, superaban en número a los gitanos. Fue entonces cuando el dios Sol apareció desde una colina con su ejército y junto a los gitanos destruyeron a los espectros.

Amir buscó a la bruja, a la cual encontró sonriente a las orillas de un rio. Al verla se abalanzó sobre ella, pero con una ráfaga de viento lo detuvo y lo hizo golpear contra un árbol:

– No eres rival para mí, la última vez tuviste suerte, pero no cometeré el mismo error.

Ambos lucharon con todas sus fuerzas, ambos eran fuertes, pero Amir logró desarmarla y cuando estaba a punto de atacar ella grito:

– Espera, si me matas, jamás sabrás cómo revertir la maldición que tu abuelo lanzó sobre tu padre y nunca lo veras.

Amir se detuvo de pronto y soltó su espada. Lo que más ansiaba era conocer a su padre y que él y su madre volvieran a estar juntos.

Fue entonces que la bruja aprovechó, sacó una daga de su bolsillo y con ella hirió a Amir. Cayó al suelo y mientras ella reía, Amir veía al cielo, la luna se asomaba por encima de los árboles.

– Te dije que no me subestimaras. Ahora robaré tú poder y destruiré al dios supremo.

Poco a poco se fue acercando él, pero de pronto una rama de olivo le atravesó el corazón y con ello la bruja murió.

Amir veía cómo un gran árbol de olivo se acercaba a él y con sus ramas lo recogía del suelo. Un pájaro tomo una fruta y con su pico, apretujó con fuerza hasta que salió un aceite espeso de color dorado y cayó sobre la herida de Amir. Sintió como el aceite sanaba su herida.

Luego de la batalla, Amir regresó al pueblo y fue coronado rey de los gitanos. Selene volvió al cielo y desde ahí cuida a su hijo. El árbol de aceitunas aún se encuentra en lo más profundo del bosque, pero Nory vive con su amada, ya que el amor por la familia rompió la maldición del dios supremo.

Y esta es la historia de cómo la luna se enamoró de un mortal. Y como su amor se convirtió en leyenda.

 

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